Unas ochocientas mil hectáreas quemadas y millares de vidas humanas afectadas. Miles de millones de pérdidas económicas en una geografía que contiene una biodiversidad exquisita, arrasada por el fuego desde el 10 de enero pasado.
Una tragedia ambiental que se reflejará a lo largo del tiempo en la calidad de vida de los litoraleños. Miles de años de evolución hechos cenizas.
En diálogo con Sala de Prensa Ambiental, Emilio Spataro -correntino, licenciado en Gestión Ambiental y miembro de la Red Nacional de Humedales- da cuenta que «lo que está sucediendo en Corrientes es la crónica de una tragedia anunciada dado que, desde hace unos 10 años, atravesamos una significativa sequía producto del fenómeno climático de La Niña, pero con una mayor repetición por el contexto de crisis climática global».
Esta situación viene exacerbando -desde hace unos años- las condiciones para la ocurrencia de incendios extremos como los vividos en Córdoba, Santa Fe, la Patagonia y el Delta entrerriano, por citar los de mayor magnitud y terribles consecuencias para la vida cotidiana de los habitantes de esas regiones: «Las mismas condiciones estaban dadas en Corrientes, se venía acumulando vegetación seca, había alertas de incendios pero los gobiernos -provincial y nacional- no tomaron las medidas necesarias para evitar que la tragedia escale hasta este punto», indica Emilio Spataro.
«Incendios de grandes dimensiones se han extendido por toda la provincia en una escala catastrófica: más de la mitad del parque Iberá, por ejemplo, está afectado por el fuego», advierte Malena Srur, ecóloga y cartógrafa que desde hace 17 años trabaja en proyectos de conservación en los esteros correntinos.
INCENDIARIOS SERIALES
Respecto de las causas que desataron el infierno en Corrientes, que llegó a tener 7000 focos de incendio activos, Spataro no duda en señalar que «hay una connivencia entre el sector económico y el Estado provincial para impulsar un uso de la tierra no sustentable, rechazando la gestión ambiental de todo el territorio».
Según el especialista,«el gobierno correntino basa su política ambiental en la gestión de áreas protegidas; principalmente de los Esteros del Iberá pero deja hacer y deshacer a empresarios ganaderos, forestales y arroceros en el resto del territorio provincial», explica Emilio Spataro y agrega que «los ecosistemas no conocen de los límites artificiales que contienen a las reservas naturales: cuando se quiebra el funcionamiento ecosistémico se termina afectando a toda la población porque perdemos los servicios ambientales que los ecosistemas brindan».
En tanto, Malena Srur da cuenta que en los Esteros del Iberá «predomina una cultura gauchesca relacionada con la cría de vacas en montes y pastizales asentada en forma de estancias, aunque últimamente se ve amenazada por el avance de las plantaciones forestales de pinos y eucaliptus en un esquema de monocultivo a gran escala que avanza sin pausa promovido por políticas públicas, como ejemplo: los subsidios que les otorga el Estado», y aclara: «estos montes son húmedos y por eso nunca se habían incendiado, una situación totalmente diferente a la de los bosques cordobeses o patagónicos».
En nuestro país, desde hace hace una década, se han presentado decenas de proyectos de ley para la protección de humedales: todos perdieron, año tras año, estado parlamentario en el Congreso Nacional.
Al respecto, el integrante de la Red Nacional de Humedales indica que «si tuviésemos sancionada la Ley de Humedales hoy tendríamos las herramientas necesarias para que la situación no llegara a este extremo de gravedad. Por ejemplo, si se hubiese realizado un ordenamiento territorial incluyendo a los humedales se hubiera determinado cuales no debían ser forestados por la industria maderera, porque realizan plantaciones con especies industriales sobre bañados, malezales y cañadas en momentos de sequía y los terminan destruyendo. Secan las lagunas para el crecimiento más rápido de los pinos y eucaliptus y luego, también los implantan en las lagunas desecadas. De esa manera afectan el paisaje y a todos los humedales», remarca el especialista correntino.
«Esta política permanente del gobierno correntino -en connivencia con los sectores forestales, arroceros y ganaderos- de oponerse a un ordenamiento territorial y no incorporar criterios de sustentabilidad en su producción han magnificado las posibilidades del fuego» explica Spataro y agrega que «han hecho que hoy tengamos este nivel de tragedia, inclusive poniendo en riesgo poblados enteros, porque a falta de ordenamientos territoriales se ha forestado con pinos y eucaliptus tanto en parajes como en los bordes de las poblaciones urbanas».
LOS COLMILLOS DE LA AVARICIA
Relacionado con las motivaciones que hay detrás de los múltiples incendios desatados en territorio correntino, el lic. en Gestión Ambiental señala que «más del 90% de los incendios son generados por distintos grados de intencionalidad humana y esto es lo que ocurre en Corrientes. Las intenciones pueden ser variadas pero podemos ver que hay muchos sectores productivos buscando incorporar tierras pertenecientes a áreas naturales protegidas; es el caso de estancias ganaderas que tienen esteros -ahora secos por el estrés hídrico a raíz de la sequía- y les prenden fuego para quemar la vegetación y, de esa forma, incorporarlas como tierras para las pasturas», ejemplifica Spataro.
Por su parte, Malena Srur indica que «los impactos de las plantaciones forestales en este ambiente son diversos, es un tema que conozco porque trabajé mucho tiempo en Misiones y allí vi desaparecer selvas en manos de una gran multinacional con base en Chile: Celulosa Arauco y Constitución S.A, que transformó la selva en plantaciones forestales. Cuando trasladé mi trabajo a Corrientes me encontré con la misma situación: en este territorio los pastizales también estaban siendo invadidos por el monocultivo forestal», testimonia la científica quien además indica que su último relevamiento señala un total de 261500 hectáreas quemadas en la Reserva Natural Iberá, de las cuales 92000 ha. corresponden al Parque Nacional y 68600 al Parque Provincial, advirtiendo además que todavía hay focos de incendio activos y muy intensos en el territorio.
La gran extensión que llevan engullidas las llamas en Corrientes -más de 800 mil hectáreas, equivalentes al 10% de la superficie provincial- contiene diversos tipos de ambientes: tierras rurales bajo producción ganadera y forestaciones implantadas por la industria maderera. Desde Corrientes, indican que la mayor superficie afectada corresponde a humedales y pastizales naturales.
Malena Srur remarca que «Corrientes tiene el sistema de humedales más diverso del planeta en clima cálido, no solo de Argentina o Latinoamérica», e indica que «el valor que tienen en cuanto a biodiversidad es enorme no solo por las especies que alberga -muchas de las cuales están amenazadas de extinción- sino que también es el último refugio para muchas de ellas debido a que son especies asociadas a pastizales».
Respecto de las futuras consecuencias que pueden avizorarse en territorio correntino, Spataro señala que «serán múltiples y tendrán que ver con la actitud que se tenga con las tierras quemadas una vez que los incendios sean sofocados. Es decir, si se permite la regeneración natural vamos a tener menos consecuencias socioambientales que si se incorporan estas áreas naturales a la producción, maniobra que está prohibida», aunque el especialista advierte que «hay una clara displicencia desde el gobierno provincial para hacer cumplir la Ley del Fuego. Entonces, la magnitud del impacto socioambiental dependerá de las medidas que se tomen respecto de las tierras que han sido quemadas».
Spataro remarca que «por lo pronto, tenemos pérdida de hábitat de especies en peligro de extinción, sobre todo en los pastizales. Mamíferos como el Venado de las Pampas o el Aguará Guazú, aves como el Yetapá de Collar, la Corbatita Americana o el Cardenal Amarillo; que encontraron en los ambientes correntinos uno de sus últimos grandes refugios ya que los pastizales -como hábitats naturales- están en retracción desde hace 100 años en la Argentina».
Pero también, los incendios atacan invisiblemente al sustento y base natural de la vida: el suelo. Emilio Spataro refiere que «a su vez, el fuego produce distintos impactos en los suelos donde se pierden microorganismos que garantizan la fertilidad de los mismos y la temperatura de las llamas puede dar lugar a procesos de erosión por los cambios fisicoquímicos que produce el fuego sobre la superficie. Todo esto tendrá que ser evaluado una vez que los incendios sean sofocados», explica el especialista en Gestión Ambiental.
ESTADO ÍGNEO
La ecóloga Srur subraya que «Corrientes es la provincia con más plantaciones forestales de pinos y eucaliptus en Argentina. Pero además, existe un histórico conflicto desde hace décadas por los drenajes de humedales y el uso excesivo de agua por parte de las arroceras, que incluso construyen terraplenes para modificar el curso natural del agua en la región».
«Una vez que los incendios se propagaron la respuesta de los gobiernos fue sumamente lenta e ineficiente ya que desde principios de enero veníamos advirtiendo que los incendios se estaban multiplicando y era peligroso», remarca Spataro y agrega: «Pero fueron más importantes los distintos festivales provinciales y las vacaciones de los funcionarios que prestarle atención a las advertencias: así se perdió un mes en el que se permitió que los focos se desmadraran. Solo la labor de los bomberos paliaron un poco la situación pero se perdió demasiado tiempo. Eso sí, una vez que se desmadró el fuego y se divulgó la magnitud de los incendios, en los últimos días, hubo mayor velocidad en el trabajo pero, por supuesto, ya fue tarde. Es gravísimo todo lo que está ocurriendo aquí», finaliza Emilio Spataro.
“Corrientes tiene payé”, esa frase enlazada con la cultura guaraní tan propia del orgulloso correntino que refiere al encanto de su tierra.
El payé, un hechizo roto por verdugos incendiarios que se relamen contemplando tierras humeantes. Se enciende la codicia en cada rincón de una provincia que hoy respira su piel quemada.