En medio de la crisis por los incendios en Córdoba, conversamos con Giuliana Santoli, integrante de la Brigada Colibrí que trabajó enfrentando el fuego en la localidad de La Granja, en las Sierras Chicas cordobesas.
La brigadista explica que ahora trabajan en la guardia de cenizas y agrega que: «Entendemos que el fuego es parte del ecosistema de Córdoba, pero no en esta escala, con esta frecuencia y por decisión humana.»
La provincia sigue inmersa en una ola interminable de incendios, y ante el fuego la principal defensa del monte son las brigadas forestales.
Córdoba se incendia todos los años: las condiciones climáticas, la escasez de agua y la falta de lluvias explican en parte el por qué. La otra parte responde a la política del gobierno provincial frente a los incendios: prioriza el cuidado de las personas y de las viviendas, pero no del bosque nativo.
En otras palabras, no existe una política gubernamental para proteger nuestros ecosistemas naturales. Si se quema un cordón serrano alejado de urbanizaciones o un paraje deshabitado la voluntad de detener el avance del fuego hace agua.
Es en este punto donde aparecen las brigadas forestales comunitarias, visibilizadas en épocas de incendios, aunque desarrollan tareas de prevención y capacitación también durante todo el año y por eso decimos que son la principal protección del monte nativo ante el fuego.
La Brigada Forestal Colibrí surge en 2020 como muchas de las brigadas forestales comunitarias de Córdoba, en el marco de los incendios que afectaron aproximadamente 340.000 hectáreas provinciales.
Mientras nos situamos en un mirador que nos permite ver el panorama inundado de humo en un cielo naranja, conversamos con Giuliana, vecina de la localidad de La Granja -que en estos días sufrió incendios- e integrante de la Brigada Colibrí que trabajó junto a los bomberos voluntarios para apagar las llamas.
«Somos vecinos y vecinas de todas las edades que amamos mucho el lugar donde vivimos y sentimos la necesidad de cuidarlo. Nos autoorganizamos ante la necesidad de capacitarnos para salir a combatir el fuego de manera profesional», indicó la brigadista.
Ante la alerta de fuego realizada por algún vecino de la localidad, la brigadista indica que se autoconvocan en un cuartel que, normalmente, es la casa de algún integrante de la brigada.
A partir de allí, el equipo de logística prepara todo lo necesario para salir a combatir el fuego: alimentos, combustible y equipamiento, ya que las jornadas suelen ser largas y agotadoras.
A su vez, el equipo de comunicación informa a la comunidad sobre el trabajo que están por realizar: “Cuando salimos a trabajar tratamos de hacerlo en coordinación con los bomberos voluntarios del lugar donde estamos, y nos dirigimos hacia el territorio donde está el incendio”, dice Giuliana y agrega que “al llegar, sabiendo cuáles son los roles de cada uno y cada una, hacemos una evaluación sobre el terreno según el tipo de combustible y la topografía, y nos dedicamos a eso durante varias horas, hasta que sea necesario replegarse o hasta que el fuego esté extinguido.”
Las brigadas forestales comunitarias se enfocan principalmente en lo forestal; trabajan para cuidar el monte nativo y el bosque. «Nos dedicamos a eso porque lo conocemos y lo amamos. Sabemos todo lo que se pierde cuando hay un incendio», indica la pobladora de La Granja.
Respecto de las pérdidas irrecuperables que deja el fuego, menciona la fauna que habita en el lugar y que huye de los incendios, si puede; los microorganismos que desaparecen del suelo; las aves que quedan sin refugio y la afectación en general del ecosistema.
En este sentido, menciona un punto muy importante: los pastizales de altura.
«Son los que se ocupan de captar el agua y la humedad del aire, y dirigirla por las sierras hacia los ríos. Los pastizales son nuestras bombas de agua natural. Si se pierde un pastizal implica falta de agua en el futuro, además de vida silvestre que se pierde y un equilibrio de ecosistemas que se sigue rompiendo. Tal vez, cuando uno los ve percibe que solo hay pasto; sin embargo, son un espacio enorme de biodiversidad y un ecosistema muy importante para la provincia de Córdoba», indica la brigadista que señala además que en esta semana se quemaron más de 40.000 hectáreas, lo cual tiene un alto impacto ecosistémico.
«En La Granja vimos en estos días lo que llamamos serpiente de fuego: una línea naranja, de humo muy fuerte que se convierte en una imagen muy conmovedora y que, a la vez, nos da una temperatura de cómo están las cosas para ir midiendo como va avanzando el fuego».
Respecto a los incendios en la provincia, Giuliana aseguró que, si bien el fuego es parte del ecosistema de Córdoba, no necesariamente puede serlo en esta escala, con esta frecuencia y menos por decisión humana.
«Cada año nos duele saber que el fuego llega por causas humanas y sabemos que, sumado al cambio climático y al avance de las fronteras inmobiliaria y agropecuaria, parece que tiende a empeorar. Eso nos da la pauta que el trabajo que estamos haciendo es muy importante y que tenemos que seguir sosteniéndolo porque es fundamental que todas las personas estén conscientes y se adentren en el tema; se capaciten, se organicen en lo que cada uno sienta: desde la prevención, la educación ambiental, la remediación, las reforestaciones y el conocimiento del territorio que habitamos.»
Giuliana Santoli, hace una pausa para mirar el horizonte. Habla con nosotros pero cada tanto vuelve su mirada hacia las sierras bañadas de humo y cenizas. Finalmente, la brigadista dice: «Además de informarse sobre el tema, me parece muy importante invitarlos e invitarlas a organizarse, animarse a tener vínculos con las comunidades de los lugares que habitan -en la ciudad o fuera de la ciudad- y a tomar acción sobre las causas que a cada uno lo conmueva. Puede ser el fuego o pueden ser otras muchas cosas, pero necesitamos ser personas, seres humanos, ciudadanos y ciudadanas activos.»
*Redacción colaborativa Enfant Terrible, El Resaltador, La Garganta Poderosa, La Tinta y Sala de Prensa Ambiental.