Los seres humanos necesitamos satisfacer la alimentación, que es nuestra necesidad primaria. Todos los días incorporamos una diversidad de nutrientes que colaboran con nuestros organismos para cumplir sus funciones básicas y mantenernos sanos.

Todos los alimentos verdaderos que consumimos provienen del campo, de las zonas rurales, del monte y que -por nuestras formas de vivir y modos de consumo actuales- no disponemos de tiempo para pensar dónde se produce lo que comemos y bajo qué condiciones se realiza esa producción. Y si alguna vez nos preguntamos eso, seguramente imaginamos que la fuente de alimentos y sobre todo la carne, es producida en la zona pampeana en grandes superficies donde predominan las pasturas por sobre los árboles.

Sin embargo, en el noroeste de la provincia de Córdoba, en los departamentos Cruz del Eje, Ischilín, Punilla y Totoral se da este tipo de actividad: la ganadería.

 

Noroeste cordobés y prácticas ganaderas

El ecosistema del noroeste cordobés perteneciente a la región del Chaco Árido presenta una biodiversidad única, tanto de animales como de plantas; entre estas últimas podemos mencionar especies de árboles como quebracho blanco, algarrobo, mistol, chañar, palo cruz, brea, tintitaco, tala, garabato. También arbustos como jarilla, atamisqui, piquillín, al igual que la presencia de herbáceas nativas.

El paisaje original cambió, fue intervenido, si observamos una vista aérea de la zona se visualizan campos sin presencia de árboles.

>> Campo privado en Chuña. Imagen: Antonio Boher

Las prácticas ganaderas a gran escala en esta región se caracterizan por realizar un manejo del monte a través de un desmonte selectivo mediante rolado, que consiste en pasar un cilindro de metal traccionado por tractor o topadora, que aplasta árboles jóvenes (renovales) y arbustos (fachinal), dejando en pie los árboles de mayor diámetro y altura. De esta manera se logra lo que se denomina un Sistema Silvopastoril que integra árboles, forraje (pastos exóticos) y ganado.

 

Monte y vacas: una relación necesaria

Los árboles son necesarios para el monte porque brindan a los seres humanos múltiples beneficios como los tan nombrados servicios ambientales: producen oxígeno, proveen alimentos, evitan la erosión del suelo, regulan el calentamiento de la superficie del planeta y retienen agua, por ejemplo.

Así mismo los árboles y sus servicios ambientales repercuten de manera directa en el ganado:

  • Generan un microclima que influye en la hacienda de manera positiva: brindan sombra en las horas de máxima insolación en el verano y refugio cuando llueve o hace frío;
  • Aportan forraje: hojas, ramas tiernas, frutos, flores y hojarasca que son consumidos por los animales. Esto tiene importancia durante las épocas de escasez de tal manera que el productor ganadero no tiene que comprar alimentos, como alfa o maíz, para alimentarlos.

Mientras, la actividad ganadera tiene efectos tanto positivos como negativos sobre los árboles. A continuación, se mencionan algunos positivos:

  • Si el número de vacas no es excesivo, permite la restauración del monte nativo debido a un mínimo daño por pisoteo de plántulas, aunque probablemente se obtenga menor cantidad de kilogramos de carne por hectárea al año.
  • Dispersión de semillas por el ganado. La reforestación con animales (consumo de frutos y siembra por deyecciones) tiene la ventaja de ser muy económica y de adaptarse a terrenos de difícil acceso en grandes extensiones.
  • Control del pastizal en bosques establecidos para prevención de incendios.
>> Hacienda a la sombra. Imagen: Germán Grosso

 

Una experiencia pampeana

Germán Alejandro Grosso vive en Coronel Brandsen, provincia de Buenos Aires y es productor agropecuario. Tiene un vivero comercial en el que produce árboles nativos como algarrobos, chañares y espinillos, entre otros. En el Partido de las Flores -en plena región pampeana y cuenca del Salado- administra un campo ganadero.

>> Cuenca del río Salado. Imagen: Germán Grosso

Germán explica las características del suelo de la región pampeana en cuanto a su mayor porcentaje de humedad comparada con el noroeste de Córdoba: “la cuenca del Salado es una región que originalmente no tenía bosques, era una región de pastizales donde no había árboles”.

El trabajo del productor comenzó por los árboles nativos para “buscarle un sentido a la forestación del establecimiento ganadero con la idea de darle sombra a la hacienda y generar espacios recreativos para los habitantes del lugar. No forestando sólo con las especies convencionales (casuarinas, eucaliptos, álamos) sino que fui haciendo distintas pruebas en lomitas del campo y en zonas inundables, ya que se trata de una zona que se inunda en un 90 %; allí las cinas-cinas y los espinillos anduvieron bien”.

Grosso cuenta que “hice forestaciones, aunque no para la protección de un bosque preexistente y en el transcurrir de esa experimentación vi que las vacas realmente se encuentran muy a gusto bajo estos árboles, de la sombra y su reparo. Además, es evidente que la interacción con los microorganismos del suelo, con la fauna silvestre que se va asociando a los árboles -como es el caso de los insectos- produce un bienestar general de los animales”.

>> Forestación con espinillos en campo ganadero de Partido de Las Flores, provincia de Buenos Aires. Foto: Germán Grosso

Asimismo, el productor habla sobre el forraje que brinda esta forestación nativa: “los frutos y las vainas de los algarrobos son un forraje excelente que está ahí, es gratuito porque lo brinda la naturaleza”.

Grosso, en su experiencia como productor ganadero resalta la importancia de los árboles en dicha producción: “la vaca necesita la sombra y tiene una sinergia no solo con el reparo que le otorga sino también con el suelo del bosque. No sería extraño pensar que las enfermedades que atacan a los animales (virus, bacterias y parásitos) tengan algo que ver con que los hagamos vivir en ambientes desprovistos de árboles. El antepasado de la vaca vivía en ambientes boscosos”, indica el productor bonaerense.

 

Prácticas antiguas y nuevas necesidades de conservación

El noroeste de Córdoba es testigo de la intervención del ecosistema por la ganadería. Grandes productores ganaderos son responsables en la modificación del ambiente natural, pero hay prácticas que en algunos casos no han cambiado y es el caso de la mayoría de los pequeños productores que conservan y utilizan los recursos forrajeros del monte.

Hace muchos años que el ganado se cría en el monte sin necesidad de intervenirlo drásticamente: los animales se alimentan, se protegen y se reproducen con éxito en el “churqui” de Córdoba. Los pequeños productores conocen los beneficios de la cría de animales a monte y saben que el alimento que naturalmente allí se genera es su mejor socio.

 

¿Esnobismo ganadero o exigencias extranjeras?

Las nuevas leyes y exigencias de los consumidores han llevado a un grupo de medianos productores a incursionar con éxito en la cría de animales a monte y con pastoreo natural, garantizando a este exigente mercado un alimento sano, saludable y con poco impacto ambiental. En muchos casos no es todo dinero, muchos productores afirman que las prácticas de ganadería a monte le han hecho reflexionar sobre el cuidado y protección del mismo. También, sobre el aprovechamiento de sus recursos para otras actividades como la apicultura o la producción de alimentos a base de frutos nativos.

Estas nuevas prácticas en donde el productor tiene que reducir números para ganar tranquilidad económica y entrar en competencia hace mirar de reojo a los grandes ganaderos que cargan en sus espaldas extensos territorios desmontados y que -entre el cambio climático y las nuevas exigencias del mercado- dejarán de ser esas tierras doradas en tiempos pasados de gloria ganadera para quedar a merced del esperado renoval de los bosques.

>> Vaca, cactus en flor, mistol con frutos, flores y lluvia. Dibujo: Charo Boher Cortez

 

Transformar los ecosistemas nativos para producir ya no es opción

Los ecosistemas del planeta son una gran red de interacciones. El ser humano profesándose superior y separado de la naturaleza, desde hace varios siglos y con ayuda de innovaciones tecnológicas alteró esa red de interacciones, modificando para su beneficio los ecosistemas nativos. Sin embargo, prácticas ancestrales de valoración y respeto al monte hoy se siguen realizando de la mano de pequeños productores originarios de la zona.

Celeste Bigliani es bióloga y se desempeña como consultora ambiental en campos ganaderos de los departamentos de Cruz del Eje e Ischilín. Ella se encuentra en permanente diálogo e intercambio con productores a los que asesora para planes de conservación: “Las familias campesinas que tienen varias generaciones viviendo en el campo entienden muy bien la idea de los servicios ecosistémicos del bosque nativo, los nombran, los conocen (no lo dicen con la terminología técnica de un profesional) pero los reconocen muy bien y tienen muy arraigada la idea de que si tienen bosques con un muy buen estado de conservación, mejor es su calidad de vida. La relación que tienen con el monte es de subsistencia”, señala la bióloga.

>> Apiario en campo privado de Chuña. Noroeste cordobés. Foto: Antonio Boher

Bigliani explica que “estas familias piensan el bosque de una manera integral y, al mismo tiempo, planifican actividades productivas dentro de él para que no alteren sus servicios ecosistémicos” y agrega que “la mayoría se está inclinando a la apicultura porque entienden que si tienen un bosque en buen estado de conservación, la calidad de la miel es elevada”.

La consultora ambiental da cuenta que esta actividad está en crecimiento en la zona y relata el caso puntual de un productor que “realizó un cerramiento en el que puso 10 vacas a las que les va dando pasto y forraje que junta de los mismos árboles nativos y las tiene ahí, porque quiere realizar una restauración del campo que resultó degradado por una excesiva cantidad de vacas en esa superficie”. Celeste Bigliani cuenta que ese mismo productor ahora tiene 80 colmenas y le está enseñando a sus hijos y nietos esta actividad, dándose cuenta que el bosque se recupera porque la calidad de su miel es buena y, económicamente, le va mejor que con la cría de vacas.

Afirma Bigliani que estos pequeños productores “originarios de esas tierras, que viven en esos campos desde hace 4 o 5 generaciones, tienen de 10 a 15 vacas en menos de 500 has. pero como un resguardo económico”.

“No hay que cortar los árboles de frutas del monte”

Gladys Luna es una vecina del paraje El Ranchito, ubicado a 7 km de la comuna de Chuña, y vive allí desde su nacimiento donde cría algunos animales para su sustento.

Gladys expresa que “hay que dejar los árboles de aquí porque ayudan con la alimentación de los animales, si no los inviernos son muy duros por lo que hay que comprar mucho forraje para darles de comer. El mistol, que es de verano, los engorda y por eso tiran más tiempo en el invierno. Nunca hay que cortar los mistoles, los algarrobos, las tuscas, el cardón o el ucle, porque son plantas que dan fruta que sirve para los animales. Hay que dejar el monte, no hay que cortar los árboles que dan fruta”.

>> Ucle comido por vacas en Chuña

La pobladora explica que “se saca el monte que es de leña, que no tiene tanto fruto. El garabato tiene muchos frutos porque tiene la chaucha y la hoja que comen las vacas y las cabras. Pero hay otro monte, como el del tintitaco que tiene muy poca fruta y que se lo puede sacar como para limpiar y sembrar pasto. Los árboles que dan fruta ya son árboles grandes y el árbol grande no le molesta al animal para andar, para comer. En cambio, el churqui no lo deja entrar al monte”.

Gladys Luna indica que “siempre hay que limpiar un pedazo como para sembrar pasto, para tener pastura principalmente para la vaca y los caballos porque el monte no le permite nacer abajo, ya que al darle mucha sombra a la tierra no nace el pasto. Sí o sí tenés que tener partes limpias sin monte para que salga pasto, para que tengan pasturas los animales. Principalmente la vaca y la oveja que también come pasto. Al caballo y a la vaca cuando el monte es muy tupido les es difícil ingresar, así que hay que sacar un poco para que pueda entrar a comer el animal”.

Todo es cuestión de equilibrio

Dicen que los excesos son malos, y este decir es conveniente para la convivencia de monte y vacas.

Antes de llevar a cabo un emprendimiento productivo ganadero es de suma importancia considerar los números, esos símbolos que tanto importan en el sistema económico. Es decir, conociendo cuántas hectáreas de campo tengo para calcular cuál será la carga animal que puedo introducir allí.

Sabemos que sobrepasando cierta cantidad de animales se produce un exceso de degradación del suelo por pisoteo, deformando, retardando o matando el desarrollo de las plántulas, poniendo en amenaza la supervivencia del monte nativo y con esto los servicios ambientales y ecosistémicos que nos brinda.

 

 

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