Marcos Pastrana, del Consejo de Ancianos del Pueblo Diaguita, habla desde el territorio sobre las enseñanzas de sus ancestros, los mensajes de la Pachamama y el sentido de la vida. Una charla en profundidad para frenar la velocidad del mundo, fortalecer las resistencias y pensar un destino humano en armonía con la naturaleza.
*Por Susi Maresca y Camila Parodi
Esta entrevista es una producción periodística colaborativa entre Marcha, Revista Cítrica y Sala de Prensa Ambiental.
En medio del ingenio tucumano un niño de dos años viaja a caballo en los brazos de su tío. Es un recorrido de dos días cruzando los cerros para trabajar en las colonias de la zafra. A los cinco años, este mismo niño ya manejaba el cuchillo para pelar las cañas.
Así se recibió de bachiller, pelando cañas.
Al igual que su abuelo y su bisabuelo, conoció la explotación de los terratenientes, pero también el avance extractivo sobre los territorios y la naturaleza.
Por aquellos años ser indio era una vergüenza, aprendían en la escuela y en la parroquia que los pueblos originarios estaban extintos, que no existían.
Leían en los libros escolares que ellos no existían.
Ese niño fue creciendo y aprendió de grandes maestros a lo largo y ancho del mundo. Fue perseguido en la dictadura militar de 1976-1983 y participó de muchos espacios de militancia y resistencia.
Hoy Marcos Pastrana sostiene que hay una mirada del mundo que comparten todos los pueblos originarios del planeta. Esos pueblos que en el siglo XXI se siguen levantando para defender el agua y la vida.
«Tenemos cinco sentidos para percibir los olores, los colores, los gustos, los tactos, las sensaciones y no los estamos ejercitando. Estamos detrás de un cuadradito todo el día. Entonces se quita el vínculo, se quita el diálogo, se corta la historia, la memoria y la ancestralidad»
Tafí, territorio indígena
El sol comienza a caer en Tafí del Valle, entre los cerros se siente la presencia de dos cosmovisiones del mundo distintas. El avance inmobiliario y turístico, por un lado, y la presencia de las comunidades originarias que se reafirman cada día más.
La silueta de don Marcos Pastrana aparece detrás de una tranquera. Ha salido a recibirnos. Él, que supo transitar una vida llena de sentidos, existencias, luchas, reclamos, aprendizajes colectivos y acciones infinitas por toda América Latina, nos da la bienvenida a su hogar y a su sabiduría ancestral.
La pava espera en el fuego. Marcos, con su voz bajita y certera, comienza a hablarnos. La propuesta de volver al origen parece sencilla en esa atmósfera pero, sin embargo, sabemos muy poco de qué se trata.
A sus 77 años es miembro del Consejo de Ancianos del Pueblo Diaguita y un promulgador de “La idea”, como él la llama. Lo entrevistamos en la casa donde nació en el año 1946, donde compartimos mucho más que palabras.
Aquí algunas claves para pensar el presente, el despertar de los pueblos, el avance extractivista sobre los territorios y, sobre todo, el origen que es, también, el futuro y la continuidad de la vida.
–La historia y la memoria lo guían en sus acciones y reflexiones. ¿Por qué es importante tener memoria?
–El ser más desmemoriado de la biodiversidad es el humano, que no tiene memoria. La memoria está en toda la biodiversidad, en todo, en los cuatro elementos desde que se fusionaron para dar vida. Allí empieza la gran historia, la gran memoria, son nuestras principales ancestras. Nuestra lucha es por los cuatro elementos, que es lo único sagrado y lo más ancestral. Si vos luchás por el agua, por el aire, por la tierra y por el fuego, luchás por todos los pueblos, por todos los seres vivos, por todos los derechos.
–¿Cómo llegó a estos aprendizajes, Marcos?
–Tuve muchísimos maestros. El principal de todos fue José Flores, él era originario de Huancayo, Perú; estuvo en el régimen de Velasco Alvarado en los años 70. Cuando cayó el régimen de Alvarado, lo persiguieron y huyó caminando, cruzó toda América y él introdujo un montón de conceptos, de él aprendí. Él me quitó los enojos y los egos, porque yo de joven militaba en el Tucumanazo y entonces creía que podíamos salvar al mundo y cambiar, que las ideologías estaban por encima de todo, pero él me mostró otro camino. Yo le pregunté sobre qué libros consultar. Claro, porque yo fui un niño rural educado para vivir en una ciudad y después, que tuve mucha información, quería más información y me dijo: “lo que buscás no está en un libro, no está en la biblioteca, está en las comunidades, vení conmigo”. Y me fui con él, con los mapuche, con los huerpes, con los kollas, con los amazónicos. Me llevó también a las Naciones Unidas con otros pueblos: con los zapatistas, los pueblos Samis del norte de Europa, los pueblos de África, de Asia. Y ahí uno se da cuenta de que el territorio es territorio donde esté, que los pueblos son pueblos donde estén, que los pueblos no son malos. Que la guerra no la hacen los pueblos, los pueblos mueren. Él me ayudó a pensar en muchos de mis dilemas y preocupaciones.
–¿Por ejemplo?
–Cuando yo era muy chico, había dos cosas que me desvelaban las noches enteras y las noches que yo entraba en esos trances lloraba porque no le encontraba sentido, ni fin, ni principio. Una de las cuestiones era la eternidad, porque cuando te enseñaban la religión nos decían “es para toda la eternidad”, y yo imaginaba “¿cómo es eso que nunca va a terminar esto o que nunca empezó?”. Y me ponía a llorar solito de noche. La otra cuestión que me desvelaba era el infinito y no lo podía entender.
–¿Cómo lo resolvió?
–Muy sencillo. Y lo aprendí ya con mi maestro cuando dejé todas las ideologías, partidos políticos, radicales, peronistas. No soy ni católico, ni apostólico, ni romano, no soy argentino. Soy diaguita, porque para sacarse el apero hay que sacárselo todo, no te vas a dejar la cincha. Mi maestro me dijo: “ya que te gusta hablar de la Pachamama, sabes que todo el mundo lo dice, pero no lo sabe: espacio-tiempo”. ¿Qué me desvelaba a mí? Espacio-tiempo. ¿Cuál es el mensaje? El espacio que debes ocupar en el tiempo que te toca vivir, eso resuelve todo. Tener un tiempo para vivir, ocupar este espacio, ni más allá ni más acá. ¿Para qué quieres más de lo que tienes? Es tan sencillo y son cosas que debieran entrar en la espiritualidad de las personas. Porque después viene la visión cósmica, como lo ves al orden. Cosmos es orden, cosmovisión es la visión del orden. Y los pueblos tienen visión cósmica, o sea, según dónde vivan, en la montaña o en el mar, tienen una mirada del mundo de tal manera.
«En Argentina la tierra es de las multinacionales, así como el agua, el fuego, el aire y el espacio aéreo. Todo lo manejan. Entonces, ¿cómo queremos plantear un sistema económico, político, cultural que sea de los pueblos?»
–¿Cuáles son los territorios que comprende la Nación Diaguita y cuáles son los conceptos básicos que guían el sentir y hacer de su pueblo?
–La gran Nación Diaguita en el ámbito transnacional está ubicada en el noroeste argentino, parte de Perú y Chile. Hay un principio de preexistencia, estamos antes de la colonización. Y hay una gran diversidad de pueblos como los amaicha, los tafí y tantos más, así como en Chile y Perú. Pero aquí en Argentina tenemos aproximadamente más de 30 comunidades y múltiples delegaciones de base. Nosotros respetamos el principio del orden cósmico que comentaba. La diversidad que tiene cada pueblo es la visión cósmica que tienen de ese orden. Entonces no nos atenemos a las clasificaciones que nos ponen los antropólogos, los arqueólogos o los historiadores, que tienen su forma de ponernos en la góndola. Nosotros sabemos perfectamente a qué correspondemos y cuál es nuestra nacionalidad originaria que no es nada científica. Esa visión de orden es la que nos permite identificar un territorio en la biodiversidad y la personalidad jurídica que tenemos como pueblo. Las características de cada pueblo en cuanto a su visión cósmica es de acuerdo al lugar que habitan, en cuanto a sus costumbres, su forma, su ceremonias. Todo es diverso en el mundo, entonces las clasificaciones que nos hace la Academia crean conflictos, porque nos colocan en falsas polémicas que dicen que nosotros somos así y no existe tal cosa. Esa forma de clasificarnos, es una forma de dividirnos y de quitarnos incumbencias y de ignorar esa continuidad y contigüidad de los territorios indígenas y de las naciones indígenas. Nuestros principios son como el inicio de esta cosmovisión.
–Siempre dice que hay que defender “La idea”. ¿Cuál es esa idea?
–Es muy importante ahora que estamos en este momento de caos y confusión social, cultural, económica y política. De tanto que nos han dividido en estados, en provincias y naciones, en actividades, en ideologías o en religiones, lo que realmente nos complica muchísimo y hace que los seres humanos compitamos por un espacio mínimo, mientras el gran sistema que gobierna todo, el sistema financiero mundial, se apodera de los territorios y de los productos que sacan de allí. Nuestro principio es básico: respetar la integralidad y la integridad de los territorios, no mutilarlos como lo que está pasando ahora, y esa continuidad no se debe traicionar. Esto lo digo porque usando una falsa visión de La idea, cada comunidad o cada pueblo está firmando convenios y acuerdos con empresas de gobierno y fundaciones, y eso no corresponde porque hay principios básicos que son de todos los pueblos originarios del mundo, del planeta. En realidad, la continuidad y la contigüidad de la vida indígena abarca todo el planeta, entonces toda apropiación de su saberes, de su intelectualidad, de su espiritualidad, de sus instituciones atenta contra esa unidad. Por eso es que hay cuestiones que no deben ser sometidas al consentimiento de las comunidades porque ya están resueltas por los convenios como el 169 de la OIT, el de la biodiversidad, cambio climático, desertificación, humedales y la Declaración Universal de los Derechos de los Pueblos Indígenas. Ya están consagrados esos principios fundamentales, por lo tanto no es cierto que cada comunidad decida si va acordar con la minera, con el Gobierno o el turismo. Eso ya no está en discusión, no se puede atentar contra esa continuidad, contra esa colectividad e integralidad. Además, es un principio fundamental del derecho territorial transgeneracional, porque este tiempo lo vivimos nosotros pero no es nuestro.
–¿A quién pertenece?
–El futuro es de los seres vivos que todavía no han nacido. Hemos llegado hasta aquí, esta maravilla que hoy llamamos naturaleza, Madre Tierra o Pachamama arrancó de los cuatro elementos sagrados de la vida y cada uno en su exacta proporción y armonía. Sin ellos es imposible la vida. Entonces quien no defiende los cuatro elementos no es originario, no importa si tiene o no personería, si es reconocido o no por el Estado. Lo importante es que defienda el territorio contra el intento de patrimonialización. El territorio indígena está en riesgo por la creación de figuras de áreas protegidas, bosques nativos, parques nacionales y un montón de figuras que van transformando y haciendo patrimonio los territorios que son de los pueblos. Esto es lo que pasó y lo que está pasando en la Quebrada de Humahuaca, lo que pasa ahora en el Parque Nacional Aconquija, lo que está pasando en la Patagonia, lo que está por pasar con el Parque Nacional Famatina. Son formas de apropiación y esto lo deben conocer todos, porque el ciudadano común tiene una mirada errada de esas instituciones, creen que son para proteger la naturaleza cuando en realidad son para apropiarse de nuestros territorios, para el beneficio y el placer de las futuras generaciones de la élite.
«Si vos luchás por el agua, por el aire, por la tierra y por el fuego, luchás por todos los pueblos, por todos los seres vivos, por todos los derechos»
–¿Cómo es posible acercarse a “La idea” en el contexto actual?
–La idea se conoce sólo con recorrer los territorios y los pueblos, y no llevarse por lo que dicen los grandes medios de comunicación, que también tendrían que tener sus juicio ético en este momento porque son los grandes propulsores de las ideas de quienes dominan el mundo. Entonces, esa visión, quien realmente se dice indígena o pueblo originario la tiene que tener. Tenemos que garantizar los derechos, somos pueblo en cualquier lugar del mundo, somos pueblo como hay pueblos también de otras especies, pueblos forestales, pueblos animales, microorganismos. Todos son pequeños pueblos y tienen sus derechos. Entonces, también entramos a reflexionar sobre qué es el derecho, si es adquirido o es natural; si es adquirido es porque nunca lo tuve, o sea que lo tengo que comprar o arrebatar. Si no respetamos el derecho al agua, a la vida, a la sanidad ambiental de todas las especies. Ese derecho tiene que ser básico, entonces hay que reformar también el derecho humano, porque si es solo de los humanos y no lo hacemos extensivo al resto de la biodiversidad no es derecho. Pero realmente nos estamos alejando de nuestra esencia, tenemos cinco sentidos para percibir los olores, los colores, los gustos, los tactos, las sensaciones y no los estamos ejercitando. Estamos detrás de un cuadradito todo el día. Entonces se quita el vínculo, se quita el diálogo, se corta la historia, la memoria y la ancestralidad.
–¿Qué es la ancestralidad?
–Cuando hablamos de ancestralidad no estamos hablando de mi abuelo ni de mis abuelos, ni de mi familia; ésa es la ancestralidad del género humano. La verdadera ancestralidad es de todas las especies desde los cuatro elementos para acá, pasando por los virus, los microbios, las bacterias. Todos son fundadores de la vida, no son enemigos letales de la humanidad como nos quieren hacer pensar. Los verdaderos enemigos letales son los medicamentos farmacológicos, las vacunas y todos los elementos que nos van quitando nuestra esencia y nuestra inmunidad natural. Si vamos a plantearnos una nueva economía, un nuevo paradigma, un nuevo mundo, no tenemos que empezar a limpiar las calles, ni los cacharros, ni limpiar el baño: tenemos que limpiar nuestra conciencia, nuestro espíritu, nuestro pensamiento y sacar lo bueno, porque los procesos que hoy son llamados como desarrollo se utilizan para sacar utilidad de los territorios y son procesos destructivos. Toda la megaminería, millones de toneladas que son convertidas en escombros. La cordillera está demolida y ahora más con el litio. Y eso atenta contra el principio de continuidad y contigüidad no sólo de pueblos indígenas, sino también de las Naciones de Estado. En Argentina la tierra es de las multinacionales, así como el agua, el fuego, el aire y el espacio aéreo.
–Empresas que son dueñas de todo.
–Todo lo manejan. Entonces, ¿cómo queremos plantear un sistema económico, político, cultural que sea de los pueblos? Hay que darle sentido a nuestra existencia y la tarea es muy grande, porque todo está por hacerse. Nosotros los que somos ya ancianos, que estamos en la última etapa de nuestra vida, en esta vida aquí, porque la vida continúa de otra forma, hemos tenido suficientes revoluciones del mundo por el poder. Tenemos que revolucionar la reevolución a partir de los cuatro elementos y de ahí diversificar y respetar esos derechos territoriales que son la esencia de la convivencia entre las especies. Esa es la visión diaguita pero también es la de los huarpe, mapuche o de cualquier pueblo originario del mundo.
–Antes hablaba de las nociones de espacio-tiempo. ¿Podría profundizar?
–Es la clave de toda existencia: espacio-tiempo, eso es la Pachamama. Para quitarnos el drama de vivir y morir. Es el espacio que debemos ocupar en el tiempo que me toca vivir, tomar lo que necesito para vivir y compartirlo con el resto de la biodiversidad en tu tiempo, ni más allá ni más acá, ni más tarde, ni más temprano, nada se prolonga más allá de lo que corresponde. Entonces, entendiendo ese concepto le vamos a quitar inclusive la dramaticidad a nuestras luchas porque todos estamos empeñados en correr a la minera, al sojero, derrocar un Gobierno y si no lo conseguimos nos angustiamos, y cuando lo conseguimos sube otro. Entonces, vivimos en una angustia permanente.
–¿Cómo se puede superar esa angustia?
–Hay que luchar por la vida, por esa visión cósmica de orden, por los cuatro elementos y vivirlos, gozarlos y disfrutarlos, hay que usar los cinco sentidos que nos ha regalado esa maravillosa biodiversidad porque a partir de ellos nos descubrimos. La maestra de nuestra cultura es la biodiversidad, la Pacha. Sin árboles no hay carpinteros. No existirían sin la biodiversidad nuestras artesanías, tampoco nuestra música y poesía o gastronomía, no existiría nada. Todo eso es territorio y pertenece a los pueblos. ¿Y qué hemos hecho con los pueblos? Los hemos sacrificado para que avancen las empresas. Entonces, es momento de sacrificar a las empresas para restituir a los pueblos, para que renazcan las culturas y no las modas. Y hay una consigna que hemos definido como vital: devolver los territorios a sus pueblos y los pueblos a sus territorios. Por eso tampoco tiene sentido el extractivismo, porque cada elemento de los 79 de la tabla periódica están puestos en su lugar exacto. Por la creación de esa biodiversidad, a su tiempo y a su forma. Así que hay muchas cosas para reflexionar. Y digo reflexionar y no debatir porque hay un grupo minúsculo de desnaturalizados, de maleducados y despachados, porque no tienen conciencia de la Pacha, que manejan los bienes comunes de todo el mundo. Contra ese manejo luchamos todos los pueblos.
–Esa lucha es compartida en distintos territorios.
–En Jáchal, Famatina o Andalgalá. En toda la selva y en los bosques. Hay cientos de pueblos en la Argentina y miles en el mundo luchando por ese orden. Hay que escucharlos a ellos, no a los colegiados, los medios de comunicación o la Academia. Cuando vemos foros, seminarios o eventos impulsados por todas las universidades, organismos del Estado, fundaciones, vemos que sobran los expositores sobre los problemas ambientales: técnicos, científicos y legales que nos explican los padecimientos de las comunidades indígenas, pero cuando son los conflictos y necesitamos un abogado, un perito o un periodista, no lo conseguimos.
«La maestra de nuestra cultura es la biodiversidad, la Pacha. Sin árboles no hay carpinteros. No existirían sin la biodiversidad nuestras artesanías, tampoco nuestra música y poesía o gastronomía, no existiría nada»
–¿Cómo ves la lucha hoy?
–Veo a las mujeres que han salido de sus cocinas, de sus aulas o del cuidado de sus animales. Trabajadores campesinos, también docentes, algunos científicos que siguen la lucha por los cuatro elementos. Y hasta se han demonizado esas actividades. Porque la gente que deja sus hogares, sus hijos, sus actividades para luchar por estas causas nobles son tratadas despectivamente como terroristas, piqueteros, delincuentes o agitadores. A nosotros nos distingue la lucha. Eso es lo que nos da la identidad. Si yo me declaro indígena para la cámara de televisión, para los medios, para la foto de los actos o las mesas de diálogo, no tiene ningún valor; el valor está donde están los pueblos. Somos muchas las personas que hemos dormido a la orilla de la ruta, algunos incluso judicializados, criminalizados, que se enferman y mueren a causa de ese estrés. Tengo muchos hermanos en cada rincón donde se lucha y que han estado presos y que hoy están enfermos pagando ese precio para que señores privilegiados de cuerpos colegiados sancionen leyes, normas, ordenanzas impunemente en contra de los pueblos. ¿Hasta cuándo lo vamos a permitir? Por suerte estas manifestaciones están llegando, de a poco, a donde tienen que llegar. Quienes los escuchen tienen que tomar una resolución así: ¿qué estética voy a respetar? Porque todo esto tiene una cuestión estética que para nosotros tiene mucho valor para el Buen Vivir.
–¿Cómo se expresa esa estética?
–Porque si la estética a la que adherimos es una estética natural, respetando ese orden, esa cosmovisión, no tenemos ninguna posibilidad de dañar el entorno, ni siquiera ser ni bueno ni malo, sino ser natural. Esa estética es la que respetamos y debemos tomar para nuestro sustento como multiplicamos la semilla. Como ven aquí, estas plantas están porque las dejo, porque las siembro y porque vivo con ellas que vienen de mis padres, de mis abuelos. Ese concepto de respetar el entorno y no destrozar todo para fragmentarnos por el confort, el lujo, la fama de la farándula y ese jolgorio internacional del pudiente que ofende al ser humano como tal. Quienes responden a ese accionar es porque son adherentes a esa otra estética artificial de los seres humanos y tienen todas las posibilidades de ser corruptos, genocidas, ecocidas, homicidas impunes. Porque si uno se pone a observar en realidad universalmente e históricamente, hay tres leyes que gobiernan ese llamado desarrollo. Nunca nadie la legisló, nunca se las aprobó, protocolizó, ni las promulgó, pero se cumplen.
–¿Cuáles son?
–La Ley del Arrebato: voy, tomo un territorio, un bien, una vida, una libertad y lo hago mío. Se complementa con la Ley del Distraído, del que mira y se da vuelta. Y tiene su complemento con la Ley del Olvido, la impunidad. Esas tres leyes rigen la humanidad, rigen su llamado desarrollo y modernidad. Falsos héroes que fueron grandes escocidas y genocidas de la humanidad, que hoy vemos en los nombres de las calles, de las plazas o son referencia histórica, todo porque protocolizan un poder. Porque la historia la hacen y la construyen los pueblos y de ahí nacen las culturas, pero lamentablemente las narran historiadores, arqueólogos, antropólogos, políticos. Y de ahí nace la política, el relato que nos hace y sigue relatando impunemente, porque como no la informamos, no educamos bien a los niños desde la cuna diciéndole cuáles son sus ancestros, qué son los cuatro elementos, hablándole del territorio, de los derechos territoriales, de todo esto que hablamos como cultura de los pueblos, vamos a seguir siendo autómatas, complementos del sistema.
«Sobran los expositores sobre los problemas ambientales: técnicos, científicos y legales que nos explican los padecimientos de las comunidades indígenas, pero cuando son los conflictos y necesitamos un abogado, un perito o un periodista, no lo conseguimos»
–¿Qué piensa del futuro?
–Espacio y tiempo, Pachamama. Estas palabras resumen todo. Nosotros pasamos, transitamos y esa memoria se va desarrollando sin la participación del ser humano. No creamos que porque el ser humano se corrompió el futuro es malo. Toda esa memoria sigue guardada en las plantas, en el agua, en el aire, en el espacio y en el tiempo. Por eso cuando veo las perspectivas de la agenda 2030 que dicen que para ese año el 30 por ciento de las áreas planetarias va a estar protegidas… ¿protegidas de quién, de qué? Que aceptemos semejantes desvíos de la dialéctica del desarrollo que pone miles de millones de dólares para proteger áreas cuando en realidad, si queremos restaurar los ecosistemas, el ambiente y la vida natural, lo que menos necesitamos es plata. Es nocivo, dejemos a la biodiversidad, dejemos al ser humano que se interrelacione y realice el intercambio natural. Se va a regenerar solo, así que todo ese discurso oficial es el que hoy no tiene futuro. El futuro va a depender de lo que captemos de La idea y cuál es la idea que nos seduce. Cuando hablamos del futuro tengamos bien en cuenta de qué futuro estamos hablando, si el futuro de la humanidad o el futuro de la vida. El de la vida está asegurado, el de la humanidad no sé. Y bueno, el solo hecho de que hemos hablado aquí en Tafí del Valle, a cuántos kilómetros de la capital y que ustedes que andan por todos lados, escuchan voces parecidas, conceptos parecidos, enfoques similares, se darán cuenta que La idea sigue adelante. Claro, ahora nos han quitado las posibilidades de viajar. Físicamente, porque económicamente y financieramente nos están reventando, pero no viajan los cuerpos, están viajando las ideas.
–¿Qué piensa de la vida?
–Amamos la vida. Porque la vida está a 6000 metros arriba de una montaña o en lo profundo del mar. Y en cada elemento que está puesto –el litio, el oro, la plata o el petróleo–, el agua está puesta ahí cumpliendo una función de integralidad y de integridad, de continuidad y de contigüidad que se complementa para que haya vida. Si yo las reviento vamos a estar interfiriendo gravemente en esa integridad. Así que, bueno, futuro infinito. Lamentablemente el hombre tiene muy limitada capacidad de dar vida; las plantas y los animales dan vida a cada instante, nosotros somos tomadores de vida cuando respiramos, tomamos alimentos. Yo veo esa planta que me da alimento y la cuido porque sé que debo respetar su autoridad, esa capacidad para dar vida y la tengo que cuidar. En nuestro cuerpo están los 79 elementos, le devolvemos a la vida esos minerales cuando morimos. Ése es el concepto: soy semilla. Y somos sembradores, o debiéramos serlo. Ser semilla es dar, devolver, transmitir ideas. Amor con fraternidad, complementariedad, solidaridad. Eso es ser semilla. Eso somos y hacemos los pueblos originarios.
>> Fotografías: Susi Maresca.
Gracias. Hermosa y profunda entrevista.