Debemos comenzar a pensar en una ciudad que produce energía verde a partir de sus árboles, plazas y parques. En este contexto, la leña urbana con fines sociales y el compostaje como instrumento para mejorar la tierra arrasada de los barrios -para cultivar alimentos y jardines de bienestar- son piezas clave de este rompecabezas.
Las ciudades tienen una importante masa de arbolado urbano de hoja caduca, elementos de un paisaje citadino único en la estación otoñal, como así también una «fábrica de energía verde» a través de las hojas desprendidas y de la leña urbana producto de poda y desrame. Esto, constituye un importante volumen de material que puede ser utilizado como materia prima para la producción de compost, es decir, sustrato de alta calidad. En el mismo sentido, el aprovechamiento de la leña de la poda y desrame -para calefacción o cocción- evita el consumo de árboles de los bosques nativos, ese del que tanto hablamos pero no paramos de consumir.
La demanda de abono, suelo orgánico, compost, fertilizantes naturales para los espacios verdes recreativos, productivos y deportivos es creciente y se haya insatisfecha.
Y aquí surgen algunas preguntas: ¿esto es nuevo?, ¿se trata de una tecnología cara?, ¿por qué las ciudades no tienen sus propias composteras?, ¿por qué las urbes no hacen uso de la leña urbana con fines de bien público? , ¿a quién le corresponde esa gestión?, ¿quiénes son responsables de esta irresponsabilidad de enterrar, tapar, tirar, o quemar biomasa que no es otra cosa que un valioso insumo?
Es urgente que una ciudad -que promueve principios de gestión ecológica, argumenta mecánicas sustentables y motoriza la inclusión social como política e instrumento de Estado- propicie la materialización de un modelo de gestión de los restos verdes de la ciudad.
La creación de áreas de compostaje municipal, la implementación de modelos de compostaje barrial, el tratamiento de leña para uso social, la creación de micro empresas de producción de fardos energéticos y pellets de leña urbana procesada -más temprano que tarde- debe transformarse en política de Estado municipal.
OTOÑO, UN RETOÑO
En las ciudades, los meses de mayo, junio y julio dan lugar a que las urbes se despojen del verde para iniciar otro ciclo: la absorción de dióxido de carbono.
El invierno ciudadano es el momento de máxima producción de biomasa que puede generar una ciudad, desde la caída de las hojas hasta la cosecha de ramas secas. Es necesario contemplar nuevas propuestas para brindar alternativas a los problemas de los residuos urbanos pero antes que nada, debemos comprender que lo verde no es residuo sino insumo para un eslabonamiento de productos energéticos, con alto valor y potencial para mejorar la calidad de vida en las ciudades.
Proponemos desarrollar un modelo de gestión de compostaje municipal que, a través de composteras, logre articular soluciones para grandes preocupaciones urbanas irresueltas; como el aprovechamiento y uso de restos y residuos verdes, acceso a sistemas ecológicos de producción de abonos naturales e inclusión laboral con perspectivas ecológicas: los “eco oficios”.