Una vida esperando este encuentro. Uno de los deseos más anhelados que tuve como fotógrafo de naturaleza. Recorrí sus hábitats toda mi vida. Los he tenido a escasos metros de mí sin poder verlos nunca.Cierta vez, en el Cerro Colorado, volvía por un sendero en donde miré el suelo y me sorprendí cuando vi que mi huella, en el barro, estaba pisada por la de un puma. Lo sentí muy cerca pero nunca me dejó que lo vea.
Desde niño, soñé con poder observar a este enigmático felino que está en la cumbre de la cadena alimentaria. Fue mi sueño de siempre, en cada salida para observar aves -solo o en grupo- siempre tuve la esperanza que ese sería el día en que -aunque sea de lejos- lo pudiera ver.
EL ENCUENTRO
Pero claro, ha sido víctima -durante siglos- de la caza y, actualmente, de la pérdida de su hábitat en gran parte de la Argentina.
En este momento estoy en el Parque Nacional Torres del Paine, en Chile, y aquí la situación es muy diferente debido a la conservación del hábitat de la especie y de sus presas naturales: en los últimos años aumentaron los encuentros con estos felinos en este territorio protegido.
Y es por eso que decidí viajar hasta estas tierras australes y manejar más de 6000 km desde Córdoba con el único objetivo de poder fotografiar al Puma.
Si bien en el Parque hay guías especializados -generalmente locales, verdaderos rastreadores de estos felinos- en mi caso no los contraté y me aventuré a la búsqueda por mi propia cuenta.
Comencé realizando preguntas a gente de la zona, a algunos puesteros. Mientras, fui observando el terreno y decidí subir a unas lomas para tener una mejor vista desde allí. En aquel lugar me encontré con Felipe, un fotógrafo y guía de aves, que en esta ocasión buscaba fotografiar pumas, en estado salvaje, al igual que yo.
Al ver el área demasiado tranquila, decidimos cambiar de sitio y recorrer un poco los caminos para ver si alguno se nos cruzaba, ya que solo se dejan ver cuando salen del pajonal.
Recorrimos caminos de tierra por algunas horas sin suerte y ya el sol iba poniéndose, dejando apenas una tenue luz.
Entonces, entre la vegetación baja que rodeaba a una laguna me pareció ver una figura que aparecía lentamente, era la de una hembra que caminaba sin advertir nuestra presencia .
En ese instante, su increíble aparición, me causó una gran emoción y los nervios hacían que mis manos no pararan de temblar, no de miedo si no por la adrenalina. Un instante, y la presión de que en ese momento nada tenía que fallar: ni mi cámara, ni yo.
Me agaché y empecé a fotografiarla cuando, de pronto, descubro que entre sus patas asoman dos hermosas crías, de apenas unos pocos días de edad, que jugaban cerca de la madres.
Yo no podía creer lo que estaba viendo. Solo traté de concentrarme y conectarme con esas escenas de las que brotaba pura emoción.
Al principio estaba lejos, pero inesperadamente, sucedió que la madre cruzó el camino y comenzó a avanzar con sus crías hacia nosotros. De repente, los teníamos a unos 10 metros de distancia. Traté de calmarme y me tiré al suelo para tener un mejor encuadre. La puma se detuvo, olfateo el aire, nos miró como si nada y cruzó frente a nosotros para seguir lentamente su camino. Las crías la siguieron.
Fue el momento de mayor tensión, estrés y alegría, que he vivido como fotógrafo en toda mi vida.
He fotografiado tigres en la India y felinos africanos. Pero el Puma tiene otro valor para mí, porque esta experiencia, estas imágenes, son mi pequeño aporte para dar a conocer uno de los eslabones de nuestra naturaleza que no siempre, en Argentina, sabemos valorar y respetar.
He sido muy feliz por eso, y quería compartirlo con ustedes desde aquí, en las tierras del puma, al sur de la Cordillera de los Andes.
Buenos días, quisiera comunicarme con Guillermo Galliano para gestionar una solicitud de utilización de una de sus fotos en un Flyer
Gracias.
Ruben Morales
Director de GEMAF
Grupo de Estudio y Manejo
de Ambiente y Fauna