SALUD Y AMBIENTE

“Da miedo, les digo de verdad y la situación provoca mucho desgaste porque la información no es pública” -dice a Sala de Prensa Ambiental- María Luisa Pignata, Doctora en Ciencias Químicas.

La investigadora y docente de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) se refiere a los trastornos que genera el ocultamiento de datos oficiales para quienes investigan contaminación e indicadores de salud humana. “Es complicado cumplir con nuestro trabajo porque no hay una epidemiología que relacione las enfermedades con problemas ambientales” explica la investigadora que, junto a su equipo de colaboradores, analizan eventos de contaminación en diferentes áreas de la provincia.

La doctora Pignata expresa que “tenemos que elaborar nuestros propios registros de salud porque no nos permiten acceder a los datos de los centros médicos provinciales. Es más, cuando vamos a un hospital nos dicen que esos informes no están disponibles para la población porque son propiedad del gobierno provincial”cuenta la experta y agrega que “es una barrera que impide conocer lo que está sucediendo”.

La relación de epidemias con la contaminación es un hecho que ya no se discute en ningún lugar del mundo pero en Córdoba, la cuestión ambiental se soslaya.

PREVENCIÓN CERO

Desde hace décadas, gobiernos y expertos de los países desarrollados buscan anticiparse a las enfermedades agravadas por problemas ecológicos.

La Dra. Lilian Corra de la Asociación Argentina de Médicos por el Medio Ambiente (AAMMA) afirma que “la realidad es que desconocemos la toxicidad a largo plazo y a bajas dosis de la mayoría de los químicos presentes en el ambiente y con los que convivimos a diario” y agrega que “algunos de estos químicos que se vuelcan al aire, agua y alimentos son persistentes y se dispersan ampliamente en el ambiente, acumulándose en los organismos vivos.

La Dra. Corra señala que “todos los miembros de nuestra sociedad moderna -adultos o niños- acarrean en su cuerpo cerca de 300 químicos que no estaban presentes en sus abuelos”.

Las cifras son contundentes: Más de 75.000 sustancias químicas de síntesis han sido desarrolladas y dispersadas en la biosfera en los últimos 50 años y pocas o casi ninguna de estas sustancias fueron evaluadas por su potencial toxicidad para el ser humano. A contramano de la historia y con una desidia genocida, nuestros gobernantes ocultan datos, registros y estadísticas de patologías ocasionadas por el deterioro del hábitat, mientras, en el mundo se establece que el 30 por ciento de las enfermedades están ocasionados por factores ambientales, riesgos que son evitables, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

UN DIÁLOGO ALECCIONADOR

Parte de los estudios realizados por el equipo de investigadores comandado por la doctora Pignata, revelan que la ciudad de Córdoba es un foco importante de contaminantes que son genotóxicos pero, en las zonas agrícolas de la provincia, los bioindicadores han sufrido daños aún mayores. Mientras tanto, desfilan ataúdes, muertes evitables y crueles padecimientos que son silenciados.

En algún despacho del gobierno provincial, me tocó vivir -revela Pignata a Sala de Prensa Ambiental- una charla bastante “aleccionadora” con un funcionario: respondiendo a su preocupación acerca de la calidad del agua, le dije que debíamos actuar pensando en el futuro porque la contaminación era solo cuestión de tiempo. Entonces, él me preguntó: – ¿Y dentro de cuánto tiempo tendríamos el agua contaminada en la ciudad? Le respondí que en un periodo que iría entre los cinco y diez años.

El funcionario, entonces, con un suspiro de alivio hizo una pausa y dijo: “Bueno, en cinco años ya no estaré en el gobierno.” Desde que los problemas de salud son detectados e identificadas sus causas ambientales transcurre mucho tiempo: las poblaciones afectadas tienen que organizarse, reunir las pruebas necesarias para realizar una denuncia y buscar especialistas que los apoyen. “En ese camino transcurre mucho tiempo y para mí el factor temporal es un ingrediente con el que todos los gobiernos juegan” explica Pignata y agrega que “ese coladero implica tiempo en favor de los que permiten que la contaminación exista y, entonces, se plantea una lucha desigual entre ellos, que permiten la contaminación, y lo que, finalmente, podemos hacer para protegernos de las empresas que contaminan y de un Estado que autoriza y no controla. Así funcionan los tiempos de los gobernantes; difíciles de comprender para nosotros y eso me desespera”, concluye la científica de la UNC.

 

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