La Planta de Reconversión de Uranio, Dioxitek S.A., colinda con un enterramiento de más 35.000 toneladas de residuos radiactivos y éste, a su vez, cohabita con los vecinos del barrio La Fraternidad, desde hace 6 décadas.

En el lugar, ubicado a 15 minutos del centro de la ciudad de Córdoba, hay enterrados además, metales pesados.

En el inmenso predio se establece la Regional Centro de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y allí, detrás de un galpón, se asoma un gran montículo, conocido como “El Chichón”, que esconde uno de los pasivos más importantes de la actividad nuclear Argentina. Este acopio, según ambientalistas, contamina agua, suelo y aire.

UN DOLOR DE CABEZA LLAMADO “EL CHICHÓN”

“El Chichón” apila desperdicios de un proceso piloto que se llevó a cabo en el país, cuando se manejó la tecnología de concentración de uranio. La CNEA decidió, entonces, establecer una Planta en Córdoba porque, desde hacía 20 años, experimentaban con el material. Parte de esos estudios, son las colas de mineral radiactivo y metales pesados enterrados allí. “No se sigue enterrando, afirma Antonio Grasso, Intendente del predio y agrega que “ahora, no generamos nada. Estos residuos son de la década del ’50”. A ellos, se suman “los residuos acumulados por la actividad de la industria militar que dejó, como herencia, importantes cantidades de cromo”, revela el Dr. Ricardo Blasón, geólogo de la Comisión.

Al respecto, fuentes calificadas que participaron en proyectos de la CNEA relacionados con el uranio, afirman: “Puede haber contaminación por metales pesados también, y esto depende de las especies inorgánicas que acompañan a los minerales, en muchos casos, estos pueden ser cobre y plomo” y agregan que “hay que ver, después de decenas de años, en que estado se encuentra “El Chichón”, si sigue impermeable o no,considerando que los materiales de cola de uranio pueden tener distintos grados de radiactividad natural.”

SIN TRATAMIENTO, SIN MEMBRANA NI AISLAMIENTO

¿El material esta aislado del ambiente?, preguntamos al encargado del predio: “Está impermeabilizado, supongo que, en ese momento, utilizarían arcilla”, dice el funcionario de CNEA.

Diana Rabb, ex–funcionaria de la Secretaría de Prevención y Gestión Ambiental de la Municipalidad, afirma que“Tenemos como versión que esos pasivos están sin tratamiento, sin membrana, ni aislamiento”. Ello implica que“un enterramiento como el de “El Chichón” podría contaminar el aire, el suelo y las napas, si la impermeabilización, con la que cuenta, fuera defectuosa”, alerta un técnico de la mineralogía.

Desde la CNEA, informan que el último monitoreo ambiental se realizó hace dos años y, según los técnicos de la entidad, realizan muestreos mensuales de las napas freáticas en laboratorios propios, lo que es objetado por investigadores y científicos que consideran que un organismo imparcial es quien debería evaluar la situación ambiental del lugar.

A lo anterior, se suma que, desde la Comisión, admiten que nunca se han hechos estudios de presencia de contaminantes en las viviendas vecinas y, según reconocen organismos Provinciales y Municipales, no realizaron estudios de morbilidad, ni de mortalidad en la zona.

“Lo más importante son los controles”, señalan profesionales de la Universidad Nacional de Córdoba, ya que “después de tantos años del depósito de material, el agua se infiltra en el suelo y distribuye los compuestos en un proceso conocido como lixiviación, y no sabemos a donde van a parar. Si algo como esto ocurriera, habría que solucionarlo”. Fuentes confiables, que pidieron no ser identificadas, señalaron que “Probablemente, exista información detallada sobre aspectos “críticos” que la CNEA no da a conocer”.

CÓRDOBA NO NUCLEAR

Una ordenanza de 1997 declaró a Córdoba “Zona no Nuclear”, es decir, la ciudad es una zona vedada para la instalación de repositorios nucleares de alta actividad. “Consideramos que hay un pasivo que es responsabilidad de la Comisión Nacional de Energía Atómica. Ellos tienen que hacer la remediación ambiental de esa zona. Este precepto prohíbe las actividades relacionadas con uranio, pero se exceptúa a este Complejo. En aquel tiempo se firmó un Acta-Compromiso, en la cual la CNEA, se comprometió a retirarse de la provincia de Córdoba y resolver el tema de los pasivos de ese lugar”, alega Rabb.

El nudo de la cuestión es que en ningún lugar reciben con agrado la idea de asentar el depósito de colas de uranio. El problema es dónde reubicarlo.

En tanto, las organizaciones ambientalistas exigen ver todos los datos sobre la mesa y que digan la verdad para exigirles, luego, que reparen los daños que puedan ser reparados.

Una vez más, los organismos del Estado, enredan en sus oficinas, rencillas técnicas y políticas. Mientras, los vecinos observan, con perplejidad, un escenario complicado y aguardan saber como se afrontarán los costos de la descontaminación.

Vale recordar que los antecedentes inmediatos de las actividades de la Comisión en nuestra provincia, son sugerentes; los vecinos de Carlos Paz y de la cuenca del río San Antonio, aun recuerdan que, hace unos años, la CNEA -financiada por el Banco Mundial- mostró su intención de realizar volcamientos de 145.000 m3 de efluentes líquidos del ex-Complejo uranífero de Los Gigantes, en ríos y arroyos del valle de Punilla, como forma de remediar las actividades que realizaban en la mina de uranio.

Hay quienes piensan que aquella máxima que indica que “Al cabo de varios días, el moribundo, no siente el hedor de su propio cuerpo”, se está cumpliendo en barrio La Fraternidad.

 

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